El sermón de la
montaña
[Texto completo: Tomado de la Biblia]
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Las bienaventuranzas
1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose,
vinieron a él sus discípulos.
2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos
es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la
tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos
verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa
de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen
y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque
así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
La sal de la tierra
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se
desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser
echada fuera y hollada por los hombres.
La luz del mundo
14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone
debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están
en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Jesús y la ley
17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los
profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto
os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde
pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. 19 De manera que
cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe
a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas
cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de
los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la
de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Jesús y la ira
21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano
tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25
Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el
camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil,
y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que no saldrás de allí,
hasta que pagues el último cuadrante.
Jesús y el adulterio
27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró
con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de
caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano
derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que
se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno.
Jesús y el divorcio
31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer,
dele carta de divorcio. 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a
no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con
la repudiada, comete adulterio.
Jesús y los juramentos
33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No
perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No
juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni
por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es
la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer
blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no;
porque lo que es más de esto, de mal procede.
El amor hacia los enemigos
38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por
diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera
que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que
quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a
cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al
que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y
aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por
los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre
que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que
hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman,
¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si
saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también
así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que
está en los cielos es perfecto.
Jesús y la limosna
1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los
hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de
vuestro Padre que está en los cielos.
2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta
delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles,
para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su
recompensa. 3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu
derecha, 4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público.
Jesús y la oración
5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque
ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles,
para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su
recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta,
ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público.
7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los
gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis,
pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis
necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu
reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El
pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la
gloria, por todos los siglos. Amén. 14 Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si
no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Jesús y el ayuno
16 Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los
hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que
ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17 Pero tú, cuando
ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 para no mostrar a los hombres que
ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto
te recompensará en público.
Tesoros en el cielo
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y
el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en
el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan
ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón.
La lámpara del cuerpo
22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es
bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo
tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas,
¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
Dios y las riquezas
24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá
al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas.
El afán y la ansiedad
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué
habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de
vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho
más que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir
a su estatura un codo? 28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad
los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29 pero os digo, que
ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30 Y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así,
¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31 No os afanéis, pues,
diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los
gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que
tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el
día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
El juzgar a los demás
1 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con
el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os
será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y
no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu
hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5
¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras
perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os
despedacen.
La oración, y la regla de oro
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se
os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al
que llama, se le abrirá. 9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le
pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le dará una
serpiente? 11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas
cosas a los que le pidan? 12 Así que, todas las cosas que queráis que los
hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto
es la ley y los profetas.
La puerta estrecha
13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la
puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que
entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que
lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Por sus frutos los conoceréis
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros
con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos
los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los
abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da
frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo
dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en
el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
Nunca os conocí
21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí,
hacedores de maldad.
Los dos cimientos
24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las
hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra
aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Pero
cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre
insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y
cayó, y fue grande su ruina.
28 Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se
admiraba de su doctrina; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y
no como los escribas.
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